La historia económica moderna ha sido testigo de diversos fenómenos especulativos, desde la tulipomanía en la que una simple flor podía valer una casa, hasta las burbujas de activos actuales. Es innegable que ciertas prácticas y políticas monetarias actuales, que intentan curar cualquier contratiempo económico con la impresión de dinero, pueden generar burbujas que afecten la estabilidad global.
El capital sobrante, fruto de estas políticas, suele desviarse hacia activos tangibles y financieros. Esta tendencia ha llevado a que, durante años, los precios de propiedades y las valoraciones bursátiles aumenten de manera desproporcionada. Esta visión cortoplacista de la economía ignora la naturaleza cíclica de las recesiones, que, aunque dolorosas, son necesarias para impulsar la innovación y un crecimiento sano.
Un claro ejemplo del peligro que estas burbujas representan es el sector inmobiliario. Hace más de tres décadas, Japón vivió las consecuencias del estallido de una burbuja similar, y su economía aún resiente los efectos. Asimismo, la crisis de 2008 en Estados Unidos fue precedida por una crisis hipotecaria. Y, en lugar de tomar lecciones valiosas, la solución fue la impresión de más dinero, inflando aún más la burbuja.
Mike Shedlock, analista financiero, mediante el índice Case-Shiller, evidenció que los precios de la vivienda están desproporcionados en relación con los salarios reales. De persistir este desequilibrio, una eventual corrección en los precios podría tener graves repercusiones para los balances bancarios, ya que la caída en las valoraciones de propiedades llevaría a los bancos a requerir más garantías por los préstamos otorgados, generando una venta masiva de otros activos.
El gestor de fondos Russell Clark añade que, a diferencia de anteriores burbujas, Estados Unidos enfrenta déficits que llegan al 5% del PIB. Egon von Greyerz, otro analista, resalta la gravedad de las burbujas actuales de deuda y activos, resultado directo de la decisión tomada hace 52 años de desvincular el dólar del patrón oro. Según Greyerz, cuando estallen estas burbujas, los mercados podrían desplomarse entre un 50% y un 90%.
Michael Every, de Rabobank, ofrece una perspectiva aún más alarmante, sugiriendo que los bancos centrales están perdiendo el control, lo que se refleja en la admisión del propio Banco Popular de China de no poder controlar las burbujas que ellos mismos ayudaron a crear.
A pesar de estas señales, el mercado parece mantenerse optimista, esperando que la inflación regrese al objetivo del 2% y que los tipos de interés continúen bajos. Every sugiere que, ante el riesgo de ir en contra de la corriente y parecer agoreros, muchos analistas y economistas eligen el optimismo por conveniencia, en lugar de advertir sobre los peligros inminentes.
En resumen, si bien las burbujas económicas no son nuevas, las condiciones actuales y la respuesta de los bancos centrales a las crisis presentan desafíos sin precedentes. Las decisiones tomadas hoy repercutirán en el bienestar económico global en las próximas décadas.
Fuente: investing